Por alguna extraña razón, como las que abundan en las conferencias de Palacio Nacional cotidianamente, Zacatecas pasó en menos de una semana de una entidad con poca o mínima restricción de movilidad de sus habitantes durante la pandemia, a un estado en semáforo verde, listo para retomar sus primeras actividades.

Desde el púlpito presidencial se insistió en tres ocasiones que la población había sido omisa a la Jornada Nacional de Sana Distancia, pero resulta que en la mayoría de los municipios la crisis sanitaria no era realmente un problema grave. Salvo en los centros urbanos, los números del Gobierno de México arrojan un escenario local bastante optimista.

Tenemos una lista nutrida de “municipios de la esperanza”, suficiente como para despreocuparse del problema por un buen rato. Tal es el panorama artificial que propone el discurso político de Andrés Manuel López Obrador que, si olvidamos nuestro promedio diario de 20 pruebas PCR para confirmar casos de coronavirus, pensaremos que lo más difícil ya pasó.

Sin embargo, es el peor momento para bajar la guardia y, a contrasentido de la lógica sanitaria a nivel mundial, el Gobierno de México retomará actividades en la etapa más crítica de la epidemia: la Fase 3 de contagio. Si las autoridades municipales y estatales siguen el consejo presidencial, preocupado más por su imagen que por la crisis, pagarán muy caras las consecuencias.

Habría que entender esta “nueva normalidad” como una etapa de transición entre un pico de contagios que no cesa y la apertura moderada de las actividades industriales. Un salto acrobático con una malla muy delgada para aterrizar. Crear falsas expectativas pueden generar nuevos brotes como el que vivimos en Jerez.

Y es en estas circunstancias cuando la idea de “responsabilidad social” de las empresas toma un nuevo sentido. Usemos el caso de Peñasquito, de Newmont, como ejemplo. Situada en Mazapil, un municipio sin contagios registrados, la principal productora de oro del país decidió suspender sus operaciones debido al riesgo sanitario, el pasado 13 de abril.

Sin margen para improvisar en la reactivación económica.

Previo al cierre, Peñasquito ya había enviado a la mitad de su personal a cumplir el resguardo desde casa. Quienes permanecieron hasta la suspensión temporal de actividades trabajaron con medidas de sana distancia y de prevención de la salud. Hoy, salvo un núcleo pequeño dedicado a tareas de mantenimiento y seguridad, la mina fue desalojada por completo.

La transnacional con sede en la capital de Colorado, en Estados Unidos, prefirió evitar problemas legales con la planta laboral y sostuvo el pago de los salarios al 100%. De acuerdo con el área administrativa de la minera, Peñasquito además se comprometió a pagar de forma íntegra las percepciones de abril, mayo y junio, así como estímulos a quienes permanecen en sitio.

Aunado a ello, y en la lógica de mantener un pequeño sistema hospitalario listo para cualquier emergencia, Newmont donó 660 cajas con 50 pares de guantes desechables, 3 mil 600 cubre bocas, 3 mil 700 batas desechables, 4 mil 350 respiradores N95 y 66 galones de gel antibacterial, en cinco instancias médicas de su zona de influencia.

En paralelo, entregó 5 mil paquetes de limpieza y desinfección a 25 comunidades aledañas al complejo minero de Cedros, donde también proporcionó mil despensas para familias con adultos mayores, mujeres embarazadas, y personas con discapacidad. A esas familias también hizo llegar folletos de capacitación con información acerca del virus COVID-19.

Esta suerte de cerco sanitario no sólo tenía como objetivo apoyar a la población de Mazapil durante la crisis. La inversión buscó establecer las condiciones mínimas en esas 25 comunidades para ingresar de forma paulatina a la “nueva normalidad”. Con los parámetros del Consejo de Salubridad General, Peñasquito reiniciará operaciones en cualquier momento después del 18 de mayo.

La oportunidad de Peñasquito para fortalecer relaciones comunitarias.

En próximos días Newmont deberá presentar su plan integral para el reinicio de actividades, previamente certificado por la Subsecretaría de Minas. Este deberá de incluir las medidas sanitarias ya aplicadas, así como las adicionales al regresar su funcionamiento relativamente cotidiano; un cerco sanitario regional, y un protocolo en caso de presentar casos positivos en zona.

De ahí que la inversión de 5 millones 252 mil pesos para el fortalecimiento hospitalario regional forme parte de una estrategia de largo alcance. A mayor seguridad en el cerco sanitario de Mazapil, mayor estabilidad en las operaciones de la minera. El propósito es hacer manejable un virus tan volátil como el SARS-COV-2, mientras se encuentra una vacuna.

Seguramente la inyección de recursos hacia el área de Relaciones Comunitarias de Peñasquito no se detendrá en próximas fechas y debería de incrementarse, lo que permitirá a la empresa fortalecer el vínculo con los ejidatarios y habitantes de las distintas comunidades aprovechando el lento desarrollo de la epidemia. Un área de oportunidad interesante para todos los involucrados.

El costo de mantener la eficacia de su cerco sanitario no se compara con el riesgo latente que hasta el momento representa la epidemia en Zacatecas y México, tanto en materia de salud como en economía, privilegiando siempre la primera.


#Casualidades: Tarde, pero parece que David Monreal medio entiende el problema en que está metido. A tal punto ha escalado que incluso José María Llamas Caballero y Rafael Llamas Sabag rompieron con él hace un par de semanas por culpa de la delegada Verónica del Carmen Díaz Robles.

Las diferencias crecen en la burbuja del Coordinador.

En otra pista, Cuauhtémoc Calderón Galván y Enrique Laviada Cirerol hacen campaña para ellos mismos, no para su jefe político, como ingenuamente lo imagina el Coordinador de Ganadería (que se quedó sin vacas y sin presupuesto).

Aunque claro, una cosa es que medio lo entienda y otra muy distinta que logre superar su crisis. De lejos, activo, claro e institucional, Saúl Monreal Ávila sigue caminando.

Twitter: @GabrielConV

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