Tan pronto como en una decena de días, algunos acuerdos tomados en el Consejo Nacional de Morena dejaron de surtir efecto. Si bien no existirán debates ni contraste de ideas en una campaña de promoción anticipada para cuatro aspirantes que desafían no sólo la jurisdicción electoral, sino a sus endebles instituciones, las reglas comienzan a relajarse.

Se trata entonces de abrir la llave a los candados para conceder entrevistas a medios de comunicación no alineados con la Cuarta Transformación, con lo cual Claudia Sheinbaum Pardo y Ricardo Monreal Ávila toman ventaja para promoverse en distintos espacios informativos, ya sea mediante conferencias de prensa o entrevistas previamente pactadas.

Cada uno con las y los periodistas con quienes se sienten más cómodos, como el caso de la exgobernadora de la Ciudad de México que sigue una línea de encuentros con creadores de contenido en YouTube alienados totalmente con línea propagandística de Palacio Nacional, y en menor cantidad con medios de comunicación convencionales.

Ricardo, en los linderos de interpretar aquella negativa a presentarse a entrevistas con medios vetados por el poder, ofrece conferencias de prensa en todos los estados que agenda en su recorrido por el país. No sin antes empujar en redes sociales su último diálogo con la periodista Adela Micha, donde se le nota mucho más comprometido con la unidad en Morena.

Sin embargo, la entrevista que más interés debería despertar la atención de quienes siguen este proceso político en ciernes, es la que ofreció a la misma periodista en su plataforma virtual seis meses antes. Ahí Ricardo habló con menos tiento y pausa, y reveló las condiciones previas a la gira de promoción en la que ahora se encuentra inmerso.

Entonces tenía muy en claro que, si Andrés Manuel López Obrador no lo incluía en la lista de aspirantes (condición sine qua non para luego operar junto con Adán Augusto López Hernández los acuerdos del Senado de la República, como se supo en diciembre), la militancia de Morena no sólo entendería ese veto implícito presidencial, sino que consumiría además el vapuleo mediático de sus compañeros.

El más importante fue el que desarrolló, durante meses, la gobernadora Layda Sansores San Román en sus “Martes de Jaguar”. Hoy, a la campechana se le tienen prohibidas dos cosas: declarar su afinidad por Sheinbaum Pardo con tal de cuidar su tan consentida “unidad”, y continuar con una campaña de desprestigio que dejó importantes huellas de desconfianza en el electorado.

De tal magnitud fue la cicatriz que provocó ese pleito interno, que cosechó más suspicacias en redes sociales la primera fotografía del senador con licencia en el despacho del gobernador suplente Martí Batres Guadarrama, a quien realizó una visita de cortesía. La imagen va acompañada de palabras como “amigo”, “compañero de batallas políticas” y “unidad”.

Viene a colación lo que le dijo Ricardo a Adela, pero en enero: “Si Morena se mantiene unido, va a ratificar el triunfo en 2024”. No sin antes aseverar gravemente que él no es ningún ingenuo y que, aunque López Obrador tuviera ya una preferida, abrir el proceso sucesorio a tres aspirantes tenía el objetivo de cuidar esa tal unidad.

En una misma entrevista Monreal apostaba a una lectura: que en Palacio Nacional no querían división, y el hecho de que el tabasqueño no lo encartara (o “encorcholatara”), era un mensaje fuerte para la militancia y las y los gobernadores, con lo que se les otorgaba licencia para cerrarle las puertas de Morena en distintos estados y darle trato de enemigo. No así con la deferencia presidencial con la que, a su criterio, “me van a perseguir menos y me van a descalificar menos”.

La misma plática lo llevó luego a confesar que, en efecto, el PRI, el PRD y Movimiento Ciudadano fueron los institutos políticos con los que dialogó la posibilidad de buscar la candidatura presidencial sin poder concretarse ese escenario porque, según leyó entre sus filas “la oposición no está mirando lo que pasa en el país. Ellos están cuidando sus cotos, sus candidatos y sus cuotas”.

Y terminó por evidenciarlos, apenas días después de que iniciara la reconciliación con López Obrador. En unas cuantas palabras, Ricardo Monreal explicó nítidamente lo que en su gira por Zacatecas intentó disimular: “No hay altura de miras [en la oposición]. Quieren mantener sus fueros y por eso no están pensando” en una campaña de competencia real en 2024.

En el estado donde gobernó, en cambio, prefirió reconocer un sistema democrático de contrapesos, con una oposición plural y de partidos diversos, al responder la pregunta del periodista Alfredo Valadez acerca de si esta próxima elección se asemejaba a la de la sucesión de 1976 en el PRI con José López Portillo, al presentarse como candidato único.

En sus propias palabras, acuñadas en enero, el escenario que él medía (con encuestas en mano) era otro muy distinto, y al cual él se ajustó: “Si la oposición, toda, PAN, PRI, PRD y MC, no van juntos, no hay forma de que haya una competencia real”.

A estas alturas deberíamos entender las palabras de Ricardo como un adelanto de que la Cuarta Transformación va en camino a repetir una elección muy al estilo del antiguo régimen (que tanto detestan), y su escenificación de “unidad” es mero pretexto. Porque al senador hay que leerlo en retrospectiva, cuando sus palabras tenían menos miedo a dividir que a cuidar una sucesión simulada.


#Casualidades: A diferencia de lo que ocurre en Hidalgo con parte de la estructura priista que desgaja Omar Fayad Meneses para dar una nota nacional sobre un escenario previsible, en Zacatecas los priistas también le juegan a la unidad, aunque sea por convivir.

Claro, no todo el tazón es de miel sobre hojuelas, pues apenas se reunió parte de la estructura del Comité Ejecutivo Estatal para declararle la guerra a Martín Rivas Álvarez, representante de la CTM en el partido, que este fin de semana apoyó a la “corcholata” monrealista.

Para ello han pedido su destitución a la Comisión de Justicia Partidaria ajustada a las agravantes de “simular, traicionar y dividir”, mismas que podrían aplicar en el caso de Roberto Luévano Ruiz como excoordinador de la campaña a gobernadora de Claudia Edith Anaya Mota.

El comité estatal del PRI no puede negar que tienen todo el mapa y los testimonios de cómo fue que Luévano entregó alcaldías y distritos de la estructura de voto que conformó en SEDESOL, a las campañas de Morena en 2021.

Sin embargo, en sus giras recientes han incluido al aspirante a dirigente estatal derrotado por la misma simulación, traición y división que conocieron en las oficinas de Alejandro Moreno Cárdenas, y por las que le negaron ese puesto.

Las fotografías muestran a Luévano en los eventos donde rindieron protesta las nuevas dirigencias municipales priistas en Villa García y Loreto, integrantes del distrito electoral federal IV. ¿Será entonces que en Morena nadie toma en serio a Roberto? Aunque, ¿quién, en su sano juicio, podría hacerlo ahora?

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