No se puede construir una “verdad oficial” a partir de otra que niegue, por sí misma, una “verdad oficial” anterior. Me refiero a la que le otorgó David Monreal Ávila al locutor Ciro Gómez Leyva en su noticiero radiofónico del 21 de abril del 2021, en plena campaña como candidato a gobernador por la coalición Morena-PT-PVEM.

En aquella entrevista David calificó lo que las redes sociales habían captado en un video breve, como una “mentira” que repetida mil veces tenía como objetivo pasar por verdad. Dijo entonces que el manoteo a la excandidata a la presidencia municipal de Juchipila, Rocío Moreno Sánchez, simplemente fue un “roce involuntario”.

El “acto no intencionado”, sin embargo, este viernes 27 de septiembre, a la salida del informe de labores del magistrado presidente Carlos Villegas Márquez, el de la nueva gobernanza lo construyó como el uso libre de la “inteligencia artificial” para hacer creer algo que no había ocurrido como tal, según su nueva versión.

Hablamos de un mismo David, con un lapso de diferencia de tres años y medio entre su candidatura y su gobierno, quien reproduce una mentira a partir de dos “verdades”. Miente porque asegura que, pese haber tocado el cuerpo de Rocío, su intención nunca estuvo ahí, de forma deliberada.

Y vuelve a mentir, en el transcurso del tiempo, porque olvida que había declarado públicamente que su mano sí produjo un “roce involuntario”, y en nada influía la inteligencia artificial que nunca acusó entonces. Por ende, quien se hace portavoz de la “verdad oficial”, es el mismo que la anula.

Vaya, ni siquiera tenemos que recurrir al video que asaltó las redes sociales el pasado viernes, en el que queda claro que la detonación que se vivió durante el concierto de Alfredo Olivas y Julión Álvarez provenía de un artefacto explosivo y no de una fuga de gas, porque ni siquiera había un puesto de comida cercano.

Las cámaras del C4 captan el momento exacto del estallido y arrojan elementos inobjetables: se desprendió humo de color gris y negro, el disparo se localizó debajo del camión de policías estatales, no existió ningún puesto de comida (salvo el tendero de tamales, cuya familia ya ofreció su versión de los hechos, distinta a la “oficial”).

No se percibió ninguna fuga de gas previo a la detonación, ni posterior. Las esquirlas no podían provenir de un tanque de gas apostado debajo de un vehículo, a menos que las policías lo hubieran detectado con anterioridad. Y la explosión estuvo programada para que sucediera al momento en que el camión se encontraba estacionado.

El video filtrado en redes sociales, además, fue grabado en las instalaciones del actual C4, a unos cuantos metros del estallido. Haberlo elaborado con “inteligencia artificial” supondría conocer los sistemas operativos del centro de control y comando, como para reproducir con fidelidad la interfaz de sus pantallas.

Pese a todos estos elementos, David cargó nuevamente contra los medios de comunicación por ser portadores de noticias falsas o “fake-news”, y de servir incluso de propagandistas del crimen organizado, ya que buscan la “tragedia” y la “sangre”. Porque claro, el tanque de gas es “verdad infalible” en su burbuja gubernativa, después de mentir (otra vez) sobre el manoteo a Rocío Moreno.

El problema de fondo no se cierne en la versión del estallido, sino en la motivación detrás del estallido. Con los elementos que hoy conocemos, a la nueva gobernanza le conviene enfrascar el debate público entre la fuga de gas o la explosión, al tiempo que minimiza lo que está en juego en Zacatecas.

No es coincidencia que a unos minutos de la detonación aparecieran “narco-mensajes” en los municipios de Zacatecas y Guadalupe, peleando por la autoría del atentado entre grupos criminales. De las mantas que fueron retiradas en cuestión de minutos, David no quiso pronunciar ninguna palabra.

Lo que es claro hoy, es que “el más inteligente de los hermanos Monreal ha perdido credibilidad por sí mismo. No sólo la que ya le retiró el “pueblo” al que tanto invoca, sino que como su propio portavoz David demostró la facilidad con la que puede negar un hecho que hace tres años y medio reconoció abiertamente como un error.

Más allá de la “verdad oficial”, que se derrumbó con el video de las cámaras del C4, la población entiende este hecho como una amenaza del crimen organizado para convertirla en rehén de su lucha contra el gobierno estatal. Algo que David y su gabinete de seguridad sabían con anticipación, y aun así realizaron la FENAZA en medio de amenazas de atentados.


#Casualidades: El 31 de diciembre del 2019, el Sistema de Atención Ciudadana de la Contraloría Social de la Función Pública, que entonces encabezaba Paula Rey Ortiz, recibió los siguientes documentos:

“Por este medio, los integrantes de la Banda Sinfónica del Estado hacemos la siguiente denuncia: en lo referente a los oficios de comisión que son expedidos por los administrativos de la banda a cargo del Sr. Salvador García Ortega, los oficios de comisión son apócrifos. En la anexión de pruebas… damos a usted la explicación de nuestra denuncia”.

A dicha queja se le asignó el folio SACDEN0043/2019, cuyo proceso administrativo concluyó en el expediente TJA/RAG/0026/2021-III, del cual se desprendieron dos sanciones en contra del interesado.

La primera consiste en la inhabilitación temporal para desempeñar empleos, cargos o comisiones en el servicio público, y para participar en adquisiciones, servicios y obras públicas, por el periodo de diez años.

Lo mismo que la imposición de una sanción económica de cien mil pesos, al haberse acreditado el beneficio económico obtenido por el servidor público, en aquella denuncia. Mismas que quedaron en firme después de que en apelación en segunda instancia quedara confirmada la sentencia, y no procediera el juicio de amparo que tramitó Salvador García.

Elementos que Arturo Nahle García como magistrado del TSJEZ quiso pasar por desapercibidos con datos erróneos y sin conocer el origen de la carpeta de investigación, al tratar de limpiarle el rostro a García Ortega. El mismo que desde 2020 sabía del procedimiento en su contra y prefirió guardar silencio, todavía hasta el día de hoy.

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