Si de lo que se trataba era de cuidar a Maribel Villalpando Haro de la exposición pública, con y todo y los tropiezos y deficiencias para ensuciar su comparecencia el pasado viernes, la nueva gobernanza soltó a la titular de Educación en un momento vulnerable para que respondiera los cuestionamientos de la prensa en una entrevista banquetera, el siguiente lunes por la mañana.

“Yo estuve presente en la entrada de mi vehículo que, como podrán ver, ese es el que no sale”, explicó la secretaria al reportero Alejandro Román Bermúdez, cuando este le cuestionó sobre su presencia en el complejo legislativo. Y en apenas diecinueve palabras, Maribel derrumbó toda la narrativa que intentaron construir el fin de semana a través de campañas sesgadas desde los medios oficiosos.

No fue ella quien entregó en Oficialía de Partes un documento que lleva su rúbrica y con el que se daba por comparecida sin haber escuchado la decisión de la Mesa Directiva al respecto de las condiciones para que se realizara el ejercicio de rendición de cuentas. No fue ella la que contactó a Ernesto González Romo, ni a ningún otro diputado, para hacer notar su presencia. Y lo peor, ha quedado demostrado en distintos videos que ella nunca ingresó al estacionamiento del Congreso.

También es falso, como alardeó intempestivamente la diputada Laura Oliva Benitez, que la secretaria hubiera entrado al recinto legislativo y esperara pacientemente a que se iniciara la sesión mientras aquella legisladora “le cuidaba su bolso”. Según Maribel, ella nunca salió del perímetro de su vehículo. Empero, lo cierto es que ni siquiera aguardó 25 minutos para huir del Congreso, antes de que dieran el pase de lista. Ese oficio, que alguien entregó por la secretaria, solo relata hechos infundados.

El valor de su declaración, extraída en unos cuantos segundos, es mucho mayor que toda una comparecencia que rebasa las tres o cuatro horas de interlocuciones, ya que denota la existencia de un oficio previo y premeditado con el que se desistiría de permanecer en la Legislatura “toda vez que no existen condiciones necesarias para llevar a cabo la anteriormente citada comparecencia”.

La estrategia, entonces, era colaborar con una suerte de “río revuelto” legislativo, con tal de salir por la puerta de atrás en el momento oportuno, si es que al menos hubiera llegado a la comparecencia. A esas confusiones se prestaron las y los diputados José Xerardo Ramírez Muñoz, Ana Luisa del Muro García, Enrique Manuel Laviada Cirerol, Susana Andrea Barragán Espinosa y José Juan Mendoza Maldonado.

Ninguno de los cuales estuvo en tiempo para formalizar el quórum que permitiera desahogar la comparecencia, y en algunos casos de plano no asistieron. Aunque, para ser ciertos, quien ha ofrecido su ausencia o sus retardos con mayor notoriedad es el de Río Grande. Justo porque es el diputado más estruendoso, su vacío en distintas sesiones es evidente y sospechoso.

De lo sucedido el pasado viernes, además se desprenden las siguientes preguntas: ¿quién le informó a Maribel Villalpando que “no se reunían las condiciones para la comparecencia” si, según ella, permaneció incomunicada en la entrada de su vehículo durante esos 25 minutos que señala en su oficio (lo cual fue desmentido), cuando no había iniciado ni siquiera la transmisión de la sesión en las plataformas digitales?

¿Por qué nadie tomó la precaución de captar un video o una fotografía en su lugar de estacionamiento, como testigo de su “asistencia” en automóvil a la cita legal? ¿Por qué su bancada no la invitó a salir del vehículo para entrevistarse con el presidente de la Mesa Directiva y/o con algún integrante de la Junta de Coordinación Política? Pues simple y sencillamente porque Villalpando nunca fue a comparecer.

¿Por qué Maribel no se presentó a la siguiente cita que ordenó la Mesa Directiva, el mismo viernes a la una de la tarde, en donde se daría una segunda oportunidad para llevar a cabo la rendición de cuentas omitida y que le había sido notificada con varios días de anticipación? ¿Por qué la secretaria dio la cara hasta que un contingente de reporteros le arrancaron su versión de los hechos? ¿No era mejor mantenerla alejada del foco público?

¿Por qué Xerardo Ramírez, Ana Luisa del Muro, Susana Barragán y Juan Mendoza llegaron tarde a una comparecencia que sabían se había intentado sabotear horas y días antes? ¿Por qué luego asumieron una indignación ficticia en el pleno y en sus redes sociales, cuando la única obligación que debían cumplir era la del horario y el quórum de la sesión?

Todo apunta a lo que se sabía de antemano, una “operación” llena de tropiezos y deficiencias que la bancada oficialista pretendió remediar con insultos y gritos locuaces, pese a que sabían que su mentira intencional era muy difícil de sostener. Lo novedoso son los nombres de algunos diputados que permitieron el juego del malestar, como Laviada y Mendoza.

A ello se suma un dato reciente que fue dado a conocer por Ernesto González Romo este lunes por la tarde. De acuerdo con testimonios del personal legislativo que labora en el estacionamiento, en efecto, a esa área ingresó un automóvil de la Secretaría de Educación. Sin embargo, en este no se registró la presencia de Maribel Villalpando, sino de una de sus subsecretarias.

Es tan disperso e ilógico todo el entramado que, con o sin comparecencia, a Maribel Villalpando la pintaron desde la nueva gobernanza como una funcionaria que evitó en todo momento dar la cara a las y los legisladores. Y en vez de cuidarla, luego la dejaron a su suerte en la entrevista banquetera con la que sufrió más daños que veinte o treinta preguntas dentro del pleno.

¿A qué costo la “integridad” y protección de una aspirante al Senado de la República? ¿Al constante desprestigio de las instituciones de las que depende su presunta candidatura? La gran contradicción: con ayuda de los que insisten en hacerse pasar como “opositores” (internos o externos).


#Casualidades: Otro al que las mentiras le duraron menos que un fin de semana es al triatleta de oficina, y en sus ratos libres alcalde de Guadalupe, Julio César Chávez Padilla. Rebasado por su propia escenificación mediática, tuvo que pagar a las y los más de mil 500 trabajadores del ayuntamiento.

No sin trasladarles el costo de la inconformidad, pues este lunes desde las ocho de la mañana, hora en que citó a su personal para “explicarles” de la situación presupuestal del municipio, las y los afectados revivieron las amenazas y presiones con tal de seguir su teatralización.

En la reunión, el pase de lista se hizo videograbado. Las presiones de por medio coincidían con sacar al personal de las oficinas para que se trasladaran a la Fiscalía Anticorrupción, en donde entregarían un curioso formato que contradecía todo el discurso del “iron-man” y charro preferido de la nueva gobernanza.

Resulta que el machote de la denuncia dirigida a Salvador Villa, por la retención de cuotas que debieron enterarse al Instituto Mexicano del Seguro Social entre 2016 y 2018, no incluía la denuncia por la misma retención del ISR que debió enterarse al Servicio de Administración Tributaria.

Además se programó un calendario que iniciaba este lunes con el personal de la Dirección de la Mujer y del Departamento de Prevención del municipio, para ser trasladados a la Fiscalía de José Francisco Murillo Ruiseco con tal de que entregaran sus denuncias firmadas.

De lo contrario, no habría pago nuevamente, o se comenzarían a retener los salarios de manera ilegal, puesto que las ministraciones municipales sí han ingresado a las arcas municipales. Situación que si se atrevieran a denunciar los mismos trabajadores, no sólo fulminan la politiquería de “Julito”, además reviertirían toda su puesta en escena.

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