Teóricamente, Miguel Alejandro Alonso Reyes debería de cubrir las dos grandes encomiendas que le ha conferido el dirigente nacional de su partido, Alejandro Moreno Cárdenas, en apenas un par de meses. Se trata de labores electorales de apoyo y coordinación en dos estados donde habrá cambio de gobierno.
La primera de estas tareas le fue cedida el 23 de marzo, en un mitin político en Veracruz. Ahí, “Alito” Moreno lo responsabilizó de coordinar la estructura electoral del tricolor en 49 municipios que conforman la zona 1 de aquel estado, en el que juega de candidata su paisana Rocío Nahle García.
La segunda llegó días después, el 14 de abril, en el distrito electoral con cabecera en Cuautla, del estado de Morelos. Las campañas de José Yunes Zorrilla en Veracruz, y de Lucía Meza Guzmán en Morelos, fueron el centro de atención del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en aquellas fechas.
En los hechos, sin embargo, Miguel Alonso parece más enfocado en la diputación federal plurinominal, y en la estrategia que emprenderá su equipo una vez concluya la elección, el próximo 2 de junio. ¿Qué hará el alonsismo frente al gobierno que insiste en retratarlo como un político corrupto?
En definitiva, no un opositor a cabalidad cuando el fiscal Christian Paul Camacho Osnaya declaró en el pleno legislativo, un par de meses atrás, que no asumiría el papel de comparsa dentro de las investigaciones que aún se realizan por presuntas conductas de enriquecimiento ilícito.
En este espacio ya habíamos advertido de la insistencia mostrada por Alonso Reyes para buscar una reunión con David Monreal Ávila, durante el 2023. El de la nueva gobernanza, desconfiado por la manera en que despectivamente Miguel se refería a su sucesor, Alejandro Tello Cristerna, dejó la invitación para después.
La distancia se fue acortando, hasta que en diciembre se logró un acercamiento como era del interés del alonsismo. Para entonces, ese grupo político ya controlaba su partido en Zacatecas y, en consecuencia, la asignación de candidaturas que acomodarían en la elección en que nos encontramos.
Se habló entonces de acuerdos de “gobernabilidad”, de los que tanto se quejaba el alonsismo en la última recta del gobierno de Tello Cristerna con el propio David y con Ricardo Monreal Ávila. Llevar una relación tersa en la LXV Legislatura, tal como lo ha hecho “Alito” Moreno en San Lázaro.
Y, en esa dimensión, ha transcurrido la elección en Zacatecas. Más allá de los lances mediáticos desde un círculo específico en Morena contra Miguel Alonso, la realidad es que entre el monrealismo y el alonsismo hay entendimiento. Lo demás sólo se trata del ruido acostumbrado para despistar aquellos acuerdos.
No se observa una línea dura ni siquiera en el discurso de Alejandro Moreno, que no sea la de exculpar a su operador político en Morelos y Veracruz. De mayor intensidad vino la crítica hacia el monrealismo, por ejemplo, de parte del dirigente nacional albiazul, Marko Cortés Mendoza.
Su discurso no carga ningún compromiso político que no sea, primordialmente, el de la elección en la capital del estado, como una prioridad para el panismo en la zona del centro norte del país. Queda claro que un ala de ese partido apuesta fuerte a la competitividad y triunfo de Miguel Ángel Varela Pinedo.
Es ahí donde se puede capitalizar mejor, junto con Javo Torres y Roberto Luévano Ruiz, el voto de castigo que ha construido a pulso David Monreal. Empero, ni Javo ni Roberto cuentan con un líder nacional que muestre el mismo empuje que le da Marko Cortés a Miguel Varela, por una simple razón (con nombre y apellido): Miguel Alonso.
Esta forma de comerse los reflectores para defender a un exgobernador (que ya tiene una plurinominal) deja fuera del radar las elecciones en los centros urbanos, en donde el PRI debería de mostrar un mejor desempeño a la hora de capitalizar los votos contra el monrealismo. O al menos ese debería de ser su objetivo.
Es ahí donde veremos qué tantas aristas toca el acuerdo de entendimiento político entre el alonsismo y la nueva gobernanza. Qué tanto se resuelve la elección en este presunto misticismo alrededor del exgobernador del PRI, que supuestamente mantiene afecto político en las comunidades (que no aprovechó Carlos Peña Badillo), o qué tanto el consenso con el monrealismo se impondrá.
#Casualidades: En la misma suerte que Saúl Monreal Ávila se encuentra ahora Ulises Mejía Haro, a quien “la secta” ya identificó como uno de los indeseables en esta elección, y por el que la estructura del Bienestar no piensa operar.
La instrucción de bloquear al candidato de Claudia Sheinbaum Pardo, no obstante, provino de la oficina de la Jefatura del Gobernador, a través de Carlos Alberto Zúñiga Rivera, para desincentivar los apoyos a Ulises.
Sin Alfredo Femat Bañuelos en el panorama, pero con toda la publicidad con su nombre e imagen, a Ulises sólo le resta aprovechar sus escasos días de campaña potenciando su cercanía a la marca de Morena y a la candidata presidencial.
No tiene mucha lógica la decisión que han tomado en la nueva gobernanza, enlazados con la delegación del Bienestar, pues la numeralia electoral entregará resultados nítidos a Claudia Sheinbaum, con los que pueda tomar decisiones.
La más importante de estas es la de exigirle a David Monreal y a Verónica del Carmen Díaz Robles, que entreguen cuentas de la operación electoral en campo. Todos aquellos distritos y municipios que se pierdan, son de su entera responsabilidad.
No hay nadie más que pueda responder por la estructura de servidores de la nación que se vinculan con los programas sociales a manera de proselitismo electoral, así que poner el pie a sus adversarios muy pronto les traerá consecuencias. Y todo, por algún capricho personal.