Este viernes 26 de junio se cumplió el plazo para que la elección interna de Morena tomara su rumbo estatutario definitivo. Sin embargo, las condiciones sanitarias alrededor del mundo jugaron a favor de la presidencia interina del zacatecano Alfonso Ramírez Cuellar, hoy concentrado en convertirse en la columna vertebral de los pactos entre facciones.
Muy difícilmente procederá alguna impugnación en contra de la renovación pendiente de dirigencias, que no será mediante asambleas, eso es seguro. En primer lugar porque no hay un padrón confiable (que fue el argumento principal para derrumbar las votaciones de octubre), y en segundo porque la misma pandemia impide las reuniones públicas.
La única alternativa al estancamiento serían las encuestas, aunque tendría que definirse si los sondeos se cerrarán a la misma lista de afiliados que ya fue impugnada, o si se consultará de manera abierta a la ciudadanía. Y ni siquiera esa opción parece tan viable en estos momentos en que los acuerdos giran en Palacio Nacional, el Senado de la República, y el gobierno de la Ciudad de México.
Sin duda la gran ventaja de entre las tribus guindas la lleva el coordinador de senadores de Morena, Ricardo Monreal Ávila, pues sostiene una de las palancas de presión en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, al agrado del presidente. Si la reforma en contra de la renovación del tribunal no procedió, fue gracias a los acuerdos del fresnillense.
De ahí que cualquier impugnación tenga poca suerte ante una muralla que formó el senador a principios de año, cuando echó por los suelos la posibilidad de modificar las leyes electorales previo a la elección del 2021. A cambio recibió la obediencia del órgano “autónomo” para coincidir con la voz de Andrés Manuel López Obrador.
Recordemos que el método de encuestas para renovar las dirigencias estatales y nacional fue avalado por el propio tribunal incluso en contra de sus criterios, en una sesión privada de la que sólo conocimos a través de un comunicado oficial. A gusto del tabasqueño el partido abanderó los sondeos (como lo ha hecho en los últimos años) en vez de las consultas a las bases.
No obstante, el método de sondeos todavía carece de consensos en Morena. Y por el contrario, las negociaciones abren la posibilidad de que Alfonso Ramírez Cuellar pueda permanecer en interinato durante la elección, para esperar que las candidaturas ganadoras lo sostengan como dirigente nacional en un periodo posterior.
Evidentemente, el exbarzonista no toma decisiones sin el consentimiento de López Obrador y bajará las directrices del presidente a los estados. Cualquier posibilidad de acuerdos es mejor (según las voces del Consejo Nacional de Morena) que disolver el partido previo a la elección en la que se buscará sostener o romper la hegemonía de la Cuarta Transformación.
Teniendo la ruta en claro, y con pocas probabilidades de mover a las dirigencias estatales, la Regeneración Nacional optará por el método heredado del PRI: imponer delegados especiales que lleven y traigan la voluntad de la cúpula. No será la primera elección donde le den jugada a esas figuras que ni siquiera existen en sus estatutos.
En Zacatecas, el contrapeso natural del profesor Fernando Arteaga Gaytán lo ha construido Catalina Monreal Pérez. Su padre la deja caminar, con guardia pretoriana, para recoger las inquietudes de una parte de la militancia de Morena, así como de la estructura de programas sociales federales que se ha encargado de dinamitar la delegada Verónica del Carmen Díaz Robles.
Hasta inicios del 2019, nadie creía a Saúl Monreal Ávila el secuestro en el que permanece su hermano, el Coordinador Nacional de Ganadería. Ni siquiera el presidente municipal de Fresnillo tenía puertas abiertas con David, pues sus captoras lo veían (y lo ven) como un oponente, y no como un aliado en las aspiraciones del dos veces derrotado aspirante.
Fue la primogénita del senador la que confirmó las antipatías que alimentan Verónica Díaz y Norma Julieta del Río en los ánimos de David Monreal; ellas, responsables de muchas rupturas políticas en una campaña donde se necesitan votos, no “amigos escogidos”. Por ello, Catalina se ha ganado un lugar especial como “enemiga” de las que ya se ven como vicegobernadoras.
La poca experiencia política (mucha para los negocios, eso sí) empujaron a Verónica y a Norma Julieta a declarar una guerra en los sótanos del gobierno federal, de la que nunca salieron victoriosas porque simple y sencillamente carecen del respaldo de Ricardo Monreal. Hoy, incluso entre ellas hay distanciamiento y diferencias cada vez más marcadas.
En la rebatinga de Morena, ninguna de las captoras de David (que vive muy a gusto en esa burbuja, igual que en 2016) tienen influencia o poder alguno. Ricardo avanza a través de Catalina, mientras recomponen la relación con Martí Batres Guadarrama a solicitud de este. Quienes juraron lealtad a Yeidckol Polevnsky llegarán al último a los consensos, cuando ya no haya qué repartir.
#Casualidades: Creíamos haber conocido lo peor de la LXIII Legislatura, hasta que tocaron fondo, otra vez. En el “año de Hidalgo”, sólo a un pleno de diputados cegados por los recursos se les podría ocurrir darle a Mónica Borrego Estrada el poder de los dineros.
En la LXII Legislatura su paso por la Comisión de Grupos Vulnerables fue notorio. Presupuesto, a manos llenas, para asociaciones civiles vinculadas con José Narro Céspedes, una rondalla y un colectivo feminista casi invisible. En eso repartió 4 millones de pesos a su contentillo.
Más recientemente, la diputada buscó reactivar las herramientas legislativas con la que cada legislador se embuchaba por ahí de los 350 mil pesos mensuales. Los que van a la reelección necesitan esos recursos, y los que dejan la política se irán muy conformes.
Twitter: @GabrielConV