Los disensos entre Ricardo Monreal Ávila y David Monreal Ávila ya tienen rato añejando. Todo inició en 2018, apenas tomaron protesta David como Coordinador Nacional de Ganadería, y Verónica del Carmen Díaz Robles como diputada local en espera de ser ratificada al frente de la delegación de Bienestar en Zacatecas.
Ricardo nunca estuvo muy conforme conque David llevara a Verónica a ese puesto, ni de que su hermano menor se dejara envolver por la sombra de la comisionada del IZAI, Norma Julieta del Río Venegas, que para entonces hacía las veces de asesora, asistente y consejera de ambos funcionarios.
Esa convicción la confirma en la página 43 de su PDF “La Infamia”, al referirse a la ex contralora como parte activa de la campaña de difamación contra el monrealismo.
Después llegaron los “D21” a quienes negó nombramientos en municipios y delegaciones, como lo esperaba ese grupo en marzo de 2019. Enrique Manuel Laviada Cirerol, Cuauhtémoc Calderón Galván, Simón Pedro de León Mojarro, Omar Carrera Pérez, Héctor Adrián Menchaca Medrano, y el combo de personajes a los que David prometió delegaciones federales pero que Ricardo nunca les otorgó.
Las tensiones entre Verónica Díaz y Elda Catalina Monreal Pérez se interpusieron en la lucha por los nombramientos, y no quedó duda de que el senador llevaba mano colocando personajes en puestos federales.
Aunque Ricardo reivindicó a Laviada Cirerol en su entrevista con Francisco Esparza Acevedo, el pasado viernes, fue él quien empujó a la profesora Martina Rodríguez García a la delegación de SEGOB, en lugar de su “incondicional”. Y es que, ese es realmente el lugar que hoy le da el senador a su “amigo”.
Jesús Padilla Estrada se mantuvo al frente de la coordinación de bancada de Morena en la LXIII Legislatura, con lo que aniquiló las esperanzas de su sobrino Carrera Pérez y del escudero de David, Héctor Menchaca. Uno a uno, los aludidos en la lista de personajes a los que dijo que no les daría candidaturas ni puestos de gobierno, fueron dejados en el camino en los últimos dos años.
Por ello, para quien escribe estas líneas, las palabras de Ricardo en la reunión que sostuvo el pasado 9 de julio con Andrés Vera Díaz, Verónica Trujillo Jiménez y un servidor, mostraban total coherencia con los hechos. Su relación con el equipo de David Monreal nunca fue buena. No se presta a las fotografías con ellos, y habitualmente su contacto es vía teléfonica, WhatsApp, o alguno que otro emisario.
Consta en la entrevista con Esparza Acevedo, que el senador no se atrevió a negar abiertamente ninguna de las informaciones que presentamos de manera pública los tres invitados a la reunión de hace dos semanas en las oficinas de Soledad Luévano Cantú. Ni uno solo de sus comentarios, y que difundimos en nuestras plataformas, quiso calificarlos de falsos o tergiversados.
Lo único que atinó a salvar a su conveniencia (para intentar recomponer la relación política con gente a la que no le gustaría recibir en el equipo de David), fue falsear el hecho de que sus palabras se emitieron off the record. Él sabe perfectamente que otorgó permiso para tratar abiertamente los datos que nos ofreció, a excepción del tema de seguridad.
Sin embargo, de alguna manera tenía que salir del berenjenal en que se metió al permitir la foto y la entrevista con los tres periodistas incómodos. No se imaginaba el impacto que tendría aquella reunión porque creyó firmemente, como le hizo creer Enrique Laviada, que nuestro trabajo era menos que intrascendente. Y terminó “chamaqueado” por su propio “asesor”.
A Ricardo no le queda más que lavarse las manos de las decisiones que tome su hermano menor previo al inicio del proceso electoral: “… si David en su momento los invita pues es una invitación de él. Yo no me voy a meter en nada. Pero, ojalá le pidan perdón al monrealismo, y a la gente que se mantuvo» fiel a su movimiento.
Según el exgobernador, quienes “se nos fueron, y no sólo se fueron pacíficamente, calladamente, sino insultando y formando parte de la guerra sucia» deben pedir perdón. Esa absolución, según su punto de vista, tendría que llegar mediante la confesión pública a la ciudadanía. Qué hicieron, quién los obligó a hacerlo, y cuáles fueron las consecuencias de haber ensuciado el apellido Monreal.
Pero, en su encrucijada para limpiar la imagen de la familia, Ricardo va solo. Ninguno de sus hermanos, o incluso su propia hija, han hecho eco de esa sensación de haber sido presa de las “calumnias”, “infamias”, “maldades”, “vilezas” y “canalladas” que esboza el senador (a medias y ventajosamente) en su última obra narrativa.
La columna de ayer de Catalina Monreal en el diario Excélsior no retoma el texto de su padre; tampoco ha emitido un mensaje sobre el contenido del libro que ya leyó. Saúl Monreal Ávila, en cambio, permanece en una línea de política de conciliación. El presidente municipal de Fresnillo conoce bien a los traidores, pero dedica su energía a gobernar y hacer política.
Y David… David, con esa peculiar postura encorvada, opacado por su hermano, ensimismado en la emoción, recibió de Ricardo un ejemplar donde (ahora sí públicamente y ya no en repetidos regaños en el rancho Puebla del Palmar), le recuerda de quién ha decidido rodearse en esta etapa de su vida política.
Aunque a estas alturas pueden más las dudas que guarda David de otra posible traición de Ricardo más que de su equipo, pues cree que sus derrotas fueron alentadas por el hermano mayor. Y así, el monrealismo camina en la división que no se ve pero está ahí.
#Casualidades: Hace bien Omar Carrera Pérez en retomar una vieja fotografía que recuerda el desastre en que se convertiría lo que dieron por conocer el “D21”. Una prueba más del escaso liderazgo que representa David Monreal en su propio proyecto.
Según la versión de Cuauhtémoc Calderón Galván, apenas salieron de aquella reunión en sus oficinas en la avenida Solidaridad y ahí terminó su relación con Verónica Díaz Robles. Fue Norma Julieta del Río quien se encargó de separarla de ese núcleo, me explicó hace más de un año.
Así empezó la tribalización interna. Rafael Candelas Salinas también se mantiene al margen de ese “equipo”, especialmente después de la asamblea del 7 de diciembre de 2019 en donde supuestamente estaría convocado David Monreal.
A uno de los salones del Don Miguel subieron al pódium Ernesto González Romo, Ruth Calderón Babún, Cuauhtémoc Calderón y su camarilla.
Ahí se autonombraron “coordinadores” (por segunda ocasión después del destape en el Alicia Garden), pero el repudio de la gente terminó por vaciar la convocatoria. Rafael Candelas salió del recinto al ver el intento de auto asignación de carteras.
Javier Reyes Romo se deja ver más cerca de Julia Olguín Serna y Elías Barajas Romo en los recorridos por municipios. No comparte mucho el trabajo de “Los Cuauhtémocs”. Entre el mismo Omar Carrera y Héctor Menchaca existen evidentes diferencias de criterios, lo mismo que entre Omar y Cuauhtémoc.
Y David… David, en medio de todos y en medio de nada.
Twitter: @GabrielConV