No, Zacatecas aún no llega a niveles de descomposición que, como en ningún momento de su historia y de sus herencias malditas, se haya conocido. Ese fue el mensaje entre líneas que trajo la población de Villa de Cos a la capital zacatecana, cuando nombraron a Anthony Tadeo “TEO” Núñez Trejo por las calles y carreteras, con gritos de rabia y angustia.
En una proclama, la del pequeño “Teo”, Chaparrosa resumió un problema de dimensiones indescifrables. No es el primer menor de edad que el crimen organizado sustrae de su casa en aquella comunidad a manera de represalia, porque las familias se niegan a colaborar con los cárteles del narcotráfico.
Son forzados a vender droga, entregar a sus jóvenes a las filas de sicarios, “halconear” a los grupos rivales, y dejar su patrimonio cuando se los arrebatan. Todo ello sin una sola garantía, ni la más mínima, que en su caso suele traducirse en “protección” y “seguridad”. La población de Villa de Cos, sin más, se encuentra a merced del narcotráfico.
Por eso creció el descontento acompasado en llamaradas. El menor de edad, con problemas de habla que se relacionan con las secuelas de un embarazo afectado por el estrés de otro secuestro en esa familia, fue el símbolo y la gota que derribó cualquier barrera que impidiera salir toda esa frustración colectiva porque, el o la que sigue, puede ser cualquiera de ellos o ellas.
La solidaridad que mostraron con valentía de sobra los manifestantes del semidesierto, encontró un poderoso aliciente: el miedo llevado a extremos de terror. Algo absolutamente entendible cuando se escuchan las historias que trajeron desde Villa de Cos, mantenidas en los entretelones para no distraer el reclamo principal: “vivo se lo llevaron, vivo lo queremos”.
Normalmente, para la nueva gobernanza, distintos relatos que se reproducen en esta columna son meras exageraciones personales de “alguien que perdió sus privilegios”. En Vetagrande, en cambio, David Monreal Ávila se mostró minúsculo, indiferente, paralizado, enmudecido, molesto, huidizo y nervioso, cuando la gente le espetó de frente aquello que todavía hoy se niega a ver.
Comenzó con un séquito de su burbuja de -muy frágil- cristal cuando acorralaron a la familia de Diana Laura Castillo Hurtado, mientras desplegaban pancartas con su ficha de búsqueda detrás del camión de bultos de cemento que vistió su primer evento. Así respondió a la maestra de telesecundaria originaria del municipio de Villa García, de la que se reportó su desaparición el pasado 6 de enero.
Minutos después, en una bodega del mismo municipio en la que continuó su campaña proselitista para promover electoralmente a Verónica del Carmen Díaz Robles, el colectivo de Chaparrosa con el rostro de “Teo” inundó de reclamos el recinto al que los de Bienestar llevaron matraqueros y aplaudidores. Esa tensión que dibujó en su rostro fue la señal de intolerancia a lo que vivía.
Sin filtros, ese es el Zacatecas del que esconden al que se dice “gobernador”. Ese es el Zacatecas que no le gusta, en donde lo reprueba la gran mayoría. El Zacatecas que le exige dar la cara, así como se presentaba jubiloso a Chaparrosa a pedir el voto de quienes ha abandonado a su suerte. El Zacatecas que está sumido en el terror del narcotráfico, y al que David le responde temeroso.
Banalizó tanto la crisis que vio pasar de frente, que la tarde de este miércoles cayó en su propia trampa. Y por más que la Fiscalía insistió a los padres de “Teo” no salir a los medios de comunicación a ofrecer declaraciones porque “ponían en riesgo” a un menor secuestrado hace 23 días (en mayor peligro ya no podía estar), la madre por fin paró la simulación que construía David Monreal.
En ningún momento los captores de “Teo” se comunicaron con su familia para pedir cualquier cantidad de dinero como rescate. Al corte de esta columna, ni una sola autoridad ha dado la cara nuevamente para confirmar o negar lo que dijo la madre del niño. Silencio es lo que han ofrecido en “gobierno” (así le dicen) del estado.
La única confirmación que se atrevió a dar en Vetagrande un David estancado en su propia crisis, fue la misma que perdió validez horas después de haberla declarado. ¿Qué valor tiene hoy la palabra del fresnillense, cuando acumula un hilo importante de mentiras desde iniciada la nueva gobernanza (los jubilados y el magisterio las primeras víctimas)? ¿A quién intentaba proteger (porque a él no) con esa tergiversación?
El otro episodio, el del plantón en la Plaza Bicentenario, puso los primeros trazos de cómo la nueva gobernanza buscaba jugar con la ignorancia de los de Villa de Cos. Gabriela Evangelina Pinedo Morales (que para familia “aviadora” es referente), se atrevió a poner en la “negociación” una “solicitud” a la Mesa de Construcción de Paz para establecer una base militar en Chaparrosa.
Era tan insignificante la propuesta, que lo mejor era llevar a un grupo de representantes de Chaparrosa a poner sus demandas frente a esa “Mesa de Paz”, pues Javier Reyes Romo o Pinedo como intermediarios no pasaron de una burla momentánea. Además de que, en los antecedentes, los “destacamentos militares” que enviaron a los desplazados de Jerez no sirvieron más que para las fotos oficiales.
Todavía en su boletín tuvieron la desfachatez de afirmar que pondrían en marcha “protocolos de comunicación permanente con las fuerzas de seguridad y de justicia”. Tan no los hay que desconocían (y si lo sabían lo han minimizado todo este tiempo), que en las comunidades de Villa de Cos el control lo mantiene el crimen organizado, nadie más. La nueva gobernanza, así, es un frágil castillo de naipes a punto de quebrarse constantemente.
#Casualidades: Este sábado 14 de enero se cumplen tres meses de la muerte del joven Jorge Iván Ávila Correa, y 194 días posteriores a su brutal golpiza afuera de un centro nocturno de la capital zacatecana.
Son 194 días a partir de que explotó en redes sociales la publicación del mismo Jorge Iván, que señaló a uno de los hijos de David Monreal Ávila como partícipe de la canallada entre jóvenes. Por más que le cabree al que se dice “gobernador” cuando mencionan un hecho indiscutible.
Y es indiscutible porque el primero en denunciarlo fue el joven en sus redes sociales, luego secundado por los amigos que le salvaron la vida aquella noche y que se atrevieron a alzar la voz en la marcha que organizaron el 28 de octubre del 2022.
Por más que, sin decirlo, sancione a Francisco Esparza Acevedo por repetir lo que Jorge Iván acusó en Facebook: uno de los hijos de David (que ya no vive en Zacatecas) participó en el altercado. Por más que pida a la Fiscalía una “investigación a fondo”, el ministerio público está a sus órdenes y entretenido en perseguir a sus enemigos políticos (uno de ellos, este columnista).
Pero, que nadie deje pasar la fecha sin recordar a Jorge Iván y la impunidad de los “juniors” del que se dice “gobernador”. Si la suerte corrió al igual que a “Zapatita”, a cuya familia le ofrecieron una compensación económica (¿cuánto cuesta la vida en Zacatecas?), ello no quita la responsabilidad a los jóvenes vestidos de impunidad. ¿Cuántos meses más de guardar silencio en la Fiscalía?
“Mano dura” es lo que debería de pedir David a su secretario de Seguridad, y al Fiscal. “Mano dura” es la que pide, en cambio, contra sus adversarios y sus críticos. Vaya concepto de “justicia”.